Relato LA CALLE Nº 13

Este relato quedó ganador en el mes de marzo en la modalidad de tema libre de la web El relato del mes y será publicado en una antología con los demás relatos que han ido ganando a lo largo del año. Ese mismo mes pero en la modalidad de tema del mes ganaron mis amigos Montse Augé y Miguel Ángel Rodrigo y en abril, otro amigo, David Gambero. Muy buenos escritores los tres.

A este relato le debo una ilustración de portada.


LA CALLE Nº 13

Toda mi vida he sido una persona supersticiosa y por ello tomo las precauciones necesarias: adorna mi cuello un crucifijo que espanta el mal de ojo, me cuido de no pasar bajo una escalera y si un gato negro se cruza en mi camino me santiguo tres veces para neutralizar sus efectos. Huyo de los espejos, sólo pensar que podrían resquebrajarse frente a mí rompiendo mi cara en trozos, me inquieta, así que no paso más tiempo del necesario frente a ellos, lo justo para asearme, a veces ni eso. Mi aspecto es desaliñado, no me importa y a mis clientes tampoco. Paso desapercibido para ellos. No reparan en mi presencia por lo que en mi trabajo transcurren muchas horas sin que tenga contacto con nadie. Mi mente se pierde en ausencias, soñando despierto, viviendo mis quimeras. En esos momentos desconozco lo que 

ocurre a mi alrededor. A veces me sorprendo hablando sólo. Eso es lo que ocurrió un día en el que algo fuera de lo normal sucedió.
     Me encontraba trabajando, amasando el mortero. Al principio aún distinguía mis manos, ásperas y desgastadas, pero con cada segundo que pasaba la imagen se emborronaba, y al rato dejé de verlas. De pronto, escuché a lo lejos un aullido desgarrador. No era humano, sin duda, pero no sabría decir de qué animal se trataba. Fuese lo que fuese consiguió erizarme la piel y desasosegarme el alma.
     Al momento advertí que una negra ceguera lo invadía todo. ¿Cómo era posible? Lo desconocía. Lo cierto es que un manto de oscuridad envolvía mi ser. Otro punzante aullido se oyó, sonó a mis espaldas pero se clavó en mis tímpanos. El escalofrío que recorrió mi cuerpo, me desequilibró. Mis ojos intuían sombras, mis oídos trataban de adivinar la verdad, y el resto de mi cuerpo estaba paralizado por el miedo. El frío mármol al contacto con mis manos helaba mi sangre.
     Me amparé en las firmes creencias religiosas que me habían inculcado y alejé de mi cabeza locas y disparatadas ideas sobre extrañas criaturas, fantasmas, y fenómenos de esta índole.
     De repente, un fuerte ruido escapó bruscamente del interior de la pared que había frente a mí. No encontraba respuestas a ese cúmulo de extraños acontecimientos que se estaban produciendo en torno a mi persona. Otro ruido. Otro alocado pensamiento ajeno a mi razón, “será un corazón delator pidiendo auxilio desde el interior de su celda de hormigón”. Alcé la mirada. En ese momento la losa de mármol, que minutos antes sujetaba sobre mi cabeza, golpeó mi frente aturdiendo mis sentidos. Mi mente nublada ya no me obedecía. No hubo tiempo para reaccionar. Perdí el equilibrio y el peso de mi cuerpo hizo que fuese a parar contra el suelo.



     Desperté al olor de un aliento apestoso sobre mi cara. Eso me hizo recordar lo sucedido, pero no podía asegurar cuánto tiempo había transcurrido. Pensé en gritar y pedir auxilio pero aquello hubiese puesto en guardia a aquella criatura, y quién sabe si se hubiera lanzado contra mí, de modo que busqué protección en mi crucifijo. Llevé mi mano hasta el pecho. Fue en vano, pues había desaparecido. Mi situación no era en absoluto ventajosa. Aquél animal del demonio vigilaba mis movimientos. Mi cuerpo se resentía de dolor hasta el punto que sólo respirar me incomodaba, pero era lo único prudente que podía hacer para seguir vivo. Así que decidí quedarme allí y esperar, tendido en la misma posición caprichosa que adopté tras la caída. Quieto, inmóvil, y respirando. Busqué torpemente a mí alrededor pero la oscuridad retaba mi sentido de la vista y lo confundía todo.
     Sentí un calor que me bañaba la cara. Era mi sangre. Mi propia sangre, que escapaba por una brecha y alcanzaba la comisura de mis labios. Fue en aquel instante cuando todos mis temores se esfumaron. El eclipse solar llegaba a su fin y la oscuridad absoluta dio pasó a la viveza de un sol resplandeciente. Aún tuve fuerzas para mirar a mi alrededor. Frente a mí se encontraba la losa de mármol. Con el golpe se había hecho añicos pero aún se podía reconocer mi semblante reflejado sobre ella como un espejo maldito. Pude observar en mi rostro una sombra alargada que me cruzaba la cara de lado a lado. La escalera fue lo único a lo que pude agarrarme antes de la caída. No había llegado al suelo, ya que ahora descansaba apoyada en la pared, a pocos centímetros sobre mi cuerpo. De ella, colgaba boca abajo el crucifijo que no encontré en mi pecho, oscilando como un péndulo, marcando mis últimas horas. Todo el conjunto de infortunios de los que tantos años había huido se reveló contra mí en una suerte fatídica: el crucifijo invertido, mi cuerpo bajo la escalera, y el espejo de mármol roto reflejando mi rostro desencajado que me devolvía mi imagen, en una burla irónica y grotesca para un supersticioso.
     Fue lo último que vi. En ese momento perdí el sentido y ya no volví a recobrarlo. Todo quedó en calma en la calle número trece. A uno y otro lado, hileras de cipreses, testigos mudos de la tragedia, se agitaban burlonamente espoleados por el viento, elevándose por encima de los muros del cementerio, mientras que de mi cadáver salía un reguero de sangre que recorría toda la calle. Junto a él, un gato negro se lamía limpiándose el hocico, al tiempo que de su boca salían los ecos desgarrados de sus maullidos, anunciadores de una nueva víctima.
     Han pasado los años y con el tiempo nos hemos hecho inseparables. Ahora yace junto a mí como un minino inocente, esperando dar nuestro paseo nocturno por la calle número trece. Aún sigue gustándole la sangre… pero ya no la mía.


Vicente Mateo Serra

Comentarios

  1. Vaya, vaya con el gatito. Y con lo que me gustan a mi. Me alegro mucho de que os seleccionaran. Ya me contarás cuando salga publicado.
    Saludos

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  2. Gracias Olga, anímate, aún puedes participar ese mes y en diciembre, a ver si compartimos publicación. Bs.

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